La educación persigue muchos fines, pero no hay duda que el principal es el de lograr la formación íntegra de la persona. Los nuevos modelos de enseñanza procuran una educación integral en la que el alumno no solo desarrolla conocimientos profesionales que le sirven para la vida laboral, sino también valores éticos que le permiten desenvolverse en la sociedad.
Por el contrario, educar para el trabajo conlleva a tener una vida mecanizada, dejando atrás los valores adquiridos en la infancia. Es obvio que seremos personas mucho más competentes en lo que a lo laboral respecta, pero ¿qué hay de las actitudes y los valores que nos hacen alcanzar una vida plena?
Lo que sí tenemos que tener claro es que los conocimientos no solo sirven dentro de una institución, sino que nos ayudan a desempeñar roles de seres pensantes. De esta manera, no dejaremos de lado estos saberes pues nos ayudan a relacionarnos de manera adecuada con el resto de la sociedad.
Por tanto preguntémonos ¿de qué sirve un profesional con unos buenos conocimientos y destrezas si no tiene interés ni responsabilidad por ejercer su profesión con ética y ni siquiera sabe relacionarse con otras personas de las que depende su trabajo?
La vida de una persona debe estar integrada por ambas partes en equilibrio.
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